
Productos que deberían estar un 40% más baratos con la apreciación de nuestra divisa con respecto al Dólar, acaban estando en las estanterías de los centros comerciales hasta un 50 por ciento más caros que en Estados Unidos. Uno se pregunta cómo es posible. ¿Será el transporte? ¿Será la falta de competencia? ¿O será que los intermediarios hacen caja? No hablemos del petróleo, y tampoco de las trabas aduaneras para comprar más barato fuera de la Unión europea a través de Internet, que esa es otra historia. Mucha globalización, pero para quién, ¿para el que se va China a comprar mil contenedores?.
Lo dicho, con la Peseta al menos nos enterábamos de lo que valían las cosas, o por lo menos de lo que nos estafaban llegado el caso; pero ahora no, toleramos cualquier tipo de subida de precios, no tenemos percepción real de los incrementos, y asumimos si rechistar que la leche cueste casi ¡200 pesetas! cuando antes del Euro la comprábamos a 80 y 90 pesetas, por poner un ejemplo diferente al de la famosa caña de cerveza o café. Y mientras tanto, el IPC sube que te sube, los salarios, congelados, y el Euríbor en su cumbre apretando cada día la soga de media España mileurista endeudada con el ladrillo, para que la otra mitad siga gastando a gusto con los miles de cuartos que se han llevado con la especulación inmobiliaria.
Lo dicho, que hoy estoy nostálgico con nuestra Peseta. Lo mismo es porque antes se gastaba y se vivía mejor. ¿o no?
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