La utopía de la energía limpia y barata

Adelantemos el futuro y traigamos al presente un descubrimiento revolucionario que supusiera la independencia energética total de los combustibles fósiles. Imaginemos que un aventajado científico consigue a través de una minúscula placa fotovoltaica conseguir energía suficiente para satisfacer completamente las necesidades de consumo energético de un hogar (luz, calefacción, agua caliente...); o generar la suficiente potencia para propulsar olgadamente y con gran autonomía tanto a un automóvil como a un avión. Supongamos en definitiva, que una innovación en algunas de las energías renovables que hasta ahora conocemos conllevara la sustitución de las demás. ¿Qué cree que pasaría si ese descubrimiento se produjera hoy? ¿Qué consecuencias conllevaría en nuestro mundo la irrupción de una energía barata, limpia, eficiente e ilimitada?...

La respuesta más rápida sería la de un gran avance para la humanidad que permitiría no sólo el abastecimiento energético a todo los países, pobres o ricos, sino además frenar el deterioro medioambiental derivado del consumo de los combustibles fósiles y no digamos, la nuclear. A quién no le entusiasmaría la idea de prescindir de la factura mensual de luz y gas gracias a una pequeña inversión en unas diminutas placas... Quién se negaría a viajar en coche sin repostar y contaminar ya esté nublado o sea de noche. Parece claro que a todos nos fascinaría la idea de consumir energía a muy bajo coste sin contaminar y sin necesidad de depender de los mercados energéticos tradicionales y en vías de agotamiento... Pero estamos seguros que todo el mundo estaría de acuerdo... ¿Qué pensaría el trabajador de una gasolinera, y el inversor de ha depositado su dinero en una eléctrica... y qué decir de las grandes multinacionales o de los países productores de petróleo? ¡Umm!! ya tenemos el primer gran problema.

Hagámos real esta historia y empecemos por ver que acogida dispensaría el mercado del dinero, dueño y señor de la economía mundial y nuestras vidas, a este gran avance energético. ¿Qué creen que haría al día siguiente un ahorrador que invirtió en acciones de una empresa energética? A buen seguro que como el resto de accionistas intentaría deshacerse de un valor que estaría en caída libre y sin fondo. La Bolsa sería implacable con el severo castigo a todas las cotizaciones energéticas. Dicho de otra manera, sería el inicio de un crack bursátil que arrastraría al sistema financiero dada las importantes participaciones que la banca tiene en el sector energético, sin contar con la consecuente insolvencia de las empresas energéticas (petroleras, eléctricas y del gas) al devaluarse hasta cero sus reservas y su modelo de negocio. La cadena seguiría hasta desatar el pánico, la recogida de beneficios y el cierre indefinido de los mercados bursátiles en menos de un día. Con una crisis energética a escala mundial, y una crisis bancaria estaríamos a las puertas de una recesión sin precedentes. La estampida del dinero, si es que a estas alturas tiene algún valor, en manos de los directivos conllevaría el cierre de las empresas y con ello la paralización de toda la producción a escala mundial. Sin dinero y sin energía de nada serviría el nuevo invento pues no habría manera de hacerlo operativo a corto plazo, o como muy pronto, hasta resolver la convulsión social que a estas horas estaría echada en la calle arrasando todo, si es que el gobierno no ha tomado la decisión de intervenir militarmente para poner orden en el caos. En un abrir y cerrar de ojos toda nuestra economía estaría arruinada y el futuro premio Nobel, si no ha sido asesinado por algún ex magnate petrolero, sería el objetivo número uno. Meta en un cóctel a seis mil millones de personas, sin empleo, sin dinero y sin energía y ríase del crack del 29.

Pero no nos pongamos en el peor de los casos. Imaginemos que el científico y su equipo deciden asesorarse tras leer en un blog lo que podría ocurrir si no son precavidos a la hora de anunciar el gran descubrimiento. Supongamos que los asesores recomiendan llevar en secreto el descubrimiento hasta que no intermedie el gobierno. Supongamos que el presidente se entusiasma con el hallazgo pero sin embargo sus ministros le recomiendan una reunión secreta con los directivos de las grandes compañías energéticas para planificar un recorrido que haga posible su implantación. Supongamos que se produce dicha reunión y los magnates le plantean al presidente ser el protagonista de la mayor crisis energética y financiera de la historia mundial o dejar todo como está, sin complicarse el mandato, con garantías de reelección de una o dos legislaturas más incluidas, y por qué no, con algún que otro maletín que le garantice la jubilación de sus hijos. Llegado a este punto de la película, no cree que lo más sensato sería optar por la segunda alternativa y ceder así el testigo a otro mandatario que sea capaz de atreverse con la transición energética, si es que tiene ganas o llega a saber de ella. Quedaría por tanto, el molesto fleco del científico y su equipo que verían impotentes como su innovación caería en saco roto aunque, a estas alturas seguro que ésta no sería su preocupación más apremiante si es que aún no han tenido un fortuito pero lamentable accidente.

¡Venga!!! no voy a ser tan negativo, vamos a suponer por última vez que nuestro presidente es un hombre de principios y además su gobierno es insobornable y acaba por aceptar pasar a los anales de la historia como el artífice de la transición energética. Demos rienda a nuestra imaginación ya que estamos de buen rollo, e imaginemos que la comunidad internacional, el G8, la OPEC y el resto de multinacionales energéticas, incluidos sus mayores accionistas, la banca, aceptan planificar un ruta de implantación progresiva que evite un paso traumático para todos los protagonistas del mercado energético. ¿Cuánto tiempo creen que sería necesario para culminar la transición total?... ¿un año?... ¿un lustro?... o quizás hasta que las multinacionales consideren que el ciclo de vida de su negocio empieza a no ser rentable porque no hay ni una sola gota de petróleo o gas... ¿No estaremos, en el mejor de los casos, viviendo el futuro ya?

Comentarios

  1. Hombre, pasas por alto detalles importantísimos como que del descubrimiento a la implementación práctica pasarían años, años en los que se podrían amoldar esas empresas energéticas que tú dices y los bancos tendrían otros intereses en los que invertir.

    Siguiendo con la misma línea argumental de nuevo pasas por alto que las mismas empresas energéticas podrían entrar en el nuevo modelo de negocio, y que los empleados que hoy pierden su empleo sirviendo gasolina, mañana podrían estar fabricando, reparando, distribuyendo... esa nueva tecnología, sea cual sea, vamos, como internet a las discográficas aunque éstas todavía no han aprovechado el nuevo modelo de negocio que se les plantea delante.

    En definitiva que haces una visión catastrofista de todo que no tiene porqué ser así (ni tampoco como yo do escribo, ¡faltaría más!) pero que desde el descubrimiento a que la tecnología estuviése en la calle podrían pasar hasta 10 años, tiempo de sobra para que todo el mundo haga sus deberes.

    Un saludo.

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  2. Puede que sea algo catastrofista, pero lo que he pretendido con esta historia es mostrar una realidad latente. Estamos inmersos en un cambio de modelo energético y seguramente ese proceso podría haberse concluido ya si no existieran los inmesos intereses económicos y políticos que obedecen únicamente a las doctrinas neoliberales de la rentabilidad y consumo.

    Evidentemente, y aunque tú no lo aceptes a priori, tu mismo reconoces que es necesario un periodo de transición, pero ¿qué transición? la de implantar una nueva energía eficiente y limpia, o la de buscar un modelo de negocio que monopolice la generación y distribución de la misma para seguir sustentando el poder económico de las grandes multinacionales. Creo que ahí está la clave de todo y por ello me vuelvo a reafirmar que estamos viviendo el futuro ya.

    Un saludo

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