El karma y su nivel de equilibrio

El equilibrio del karma surge cuando uno se siente autorrealizado :: Bruce Mars (Pexels)

¿Cuándo fue la última vez que pensaste que algo te ocurría por el karma? Seguro que no habrá pasado mucho tiempo y, seguro que también, no seas el único que crees en esa ley del destino que trata de equilibrar las fuerzas del Universo. Todo el mundo, quien más y quien menos, ha oído hablar del karma y alguna que otra vez se haya referido a él para describir un hecho anecdótico en el que la relación causa-efecto sea más que evidente. Pongámonos en situación. Estás con las amistades en una fiesta junto a una piscina, y en un momento de la misma, decides hacer una 'maldad' empujando a un amigo al agua, con la mala fortuna que, justo en el momento en el que tomas el impulso, él se retira a coger una cerveza, y tú caes directamente a la piscina. Todo el mal que has deseado a otra persona, te ha sido devuelto. El karma se ha revelado.

El karma sería una fuerza cósmica que recompensa o castiga los actos realizados por las personas, tanto en acción, pensamiento y palabra. De ahí que quien obra bien, halle el bien, y quien hace el mal, acabe mal. Una forma sencilla de explicar que en esta vida toda acción tiene su reacción en similar proporción, por lo que todo cuanto hagas, digas o desees, tarde o temprano, te será devuelto.

Hay muchas teorías que tratan de explicar cómo funciona el karma, y muchas más que niegan su existencia, porque forma parte del mundo inmaterial de las emociones y los sentimientos. El karma, más que una religión o un acto de fe, viene a ser un estado anímico que condiciona tu perspectiva de la vida, y con ello tus decisiones. Si pasas por un momento feliz serás más proclive a tomar decisiones altruistas y empáticas que si pasas por un mal momento. Si te rodeas de personas sanas y vitalistas, tu forma de relacionarte con el resto del mundo será más positiva y productiva que si lo haces con aquellas que tienen conductas tóxicas y enfermizas.

Lo que nos viene a decir el karma es que es muy importante mantener un equilibrio de nuestras emociones y sentimientos, evitando conductas, experiencias y compañías que puedan menoscabar nuestra vitalidad. Si se consigue esa estabilidad emocional, no habrá reto o problema que se resista para salir lo más airoso posible. No quiere decir esto que por tener un karma 'positivo' vayas a conseguir todo cuanto te propongas, porque no es así. Tener una actitud optimista te ayudará a encajar y manejar adecuadamente los revés que te encuentres por el camino, que si por el contrario, afrontaras las dificultades dejando que los pensamientos negativos dominen tus decisiones.

¿Y dónde está el equilibrio?

Tener un karma equilibrado es básicamente, estar bien con uno mismo, con todo lo que ello implica. Es decir, esa situación emocional, en la que uno se siente autorrealizado por lo que hace, dice y se rodea. Un estado mental que proyecta la mejor versión de cada uno y que será determinante para configurar tus relaciones sociales y el trato con las mismas.

Conseguir el equilibrio puede parecer sencillo, pero sin embargo, está continuamente sometido por presiones sociales y emocionales que van a cuestionar tu capacidad de autocontrol y tu fe en ti mismo. Ni vale adoptar una actitud beata porque se aprovecharán de ti, ni tampoco te facilitará nada mostrar un rol arrogante y despiadado, porque la gente se apartará de ti. El mejor consejo es encontrar ese punto en nuestra vida, en la que la sonrisa y el buen rollo fluyan con naturalidad, sin forzar nada, pero sin ceder más de lo que se deba; sin ser pesimistas pero tampoco inconscientes optimistas; sin ser generosos de más, ni tampoco egoístas. En definitiva, hacer, tratar y decir todo cuanto nos gustaría recibir. Todos somos conscientes de cuando uno no llega o se pasa. Ése es nuestro equilibrio. Ése es el equilibrio de nuestro karma.

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