Con Ubuntu, que no es poco

Una semanita me he tirado para configurar Ubuntu en dos máquinas y me he quedado con la decepción de tener que seguir compartiéndolas con Windows. La deseada migración a Linux tendrá que esperar una distribución más, siendo optimista. Y ello a pesar de que en la última entrega, Hardy Heron, se han currado un instalador que facilita enormemente la posibilidad de tener en cualquier máquina un sistema operatio Linux, sin necesidad de realizar particiones y dejar al usuario la toma de decisiones que poco o nada controla.

Pero no, no puedo dejar Windows porque a pesar de los grandes avances que se están dando en la distribución de Ubuntu, aún quedan muchos e importantes detalles con los que trabajar. Entre ellos, simplificar aún más la operatividad y conseguir mayor compatibilidad con el resto de aplicaciones y sistemas operativos.

Con respecto a la primera, la operatividad, es fundamental dejar total libertad al usuario de todas sus operaciones en su máquina. Si existen dos modalidades de sistema, para servidores y para escritorio, es absurdo trasladar todas las medidas de seguridad del primero al segundo, puesto que en la mayoría de los casos, se quedan ahí, en un escritorio. Por tanto, coartar cada operación con un mensaje que te indica que no tienes privilegios de Root, me parece algo comparable a la obsesión del Windows Vista con preguntar cada paso que das. Al final, o eres Root, o estás capado para cualquier chorrada de configuración. De nada sirve el sudo, ni gksudo ni el resto de comandos que hay que picar en la consola y que, si queremos que este sistema operativo se generalice, suponen un importante paso atrás comparable a aquella remota época del MSDOS. Si Linux ha empezado a ganar adeptos de escritorio, es por la simplicidad de las últimas distribuciones, y no por convertir a sus usuarios en expertos de líneas de comandos.

La consecuencia directa de lo anterior se traduce en una enorme pérdida de tiempo para configurar correctamente cada programa que no está incluido en la instalación de serie o en el Gestor de Paquetes Sinaptic. Cojan a un usuario de Windows y pónganlo a instalar un simple .bin. Ni punto de comparación con lo que ya está acostumbrado: doble clic y listo. Hace falta mucha voluntad y ganas de complicarse la vida acudiendo a foros, Google y manuales en inglés, ya no sólo para instalar, sino para configurar correctamente cualquier aplicación. El sistema es bueno, funciona de maravilla, pero falla en algo tan fundamental como es la sencillez.

El segundo punto, la compatibilidad, es fundamental para que un sistema operativo que parte con desventaja comercial con respecto a Windows y Mac, se extienda. La tarea es difícil por las trabas que los sistemas propietario imponen para garantizar su exclusividad, pero quizás, no se deba trabajar en emuladores que no son más que simples parches que no acaban de funcionar, y buscar acuerdos con los desarrolladores de software para que hagan versiones de pago de sus programas para Linux. Así, a bote pronto, se me viene a la cabeza Adobe y supongo que otros tendrán una buena lista de programas que, como en mi caso, hace imposible la deseada migración de Windows a Linux. Si todo sigue como va ahora, este sistema operativo no le quedará más opción que estar condenado a vivir a remolque de otro, y eso, sencillamente, es un desperdicio de recursos.

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