La universidad de la vida

Una de las muchas cosas que aprendí haciendo el Servicio Militar en la Base Aérea de Armilla fue a no enseñar de golpe todas mis cartas. Todavía recuerdo aquel día en el que el Sargento formó a la tropa para interrogar a cada uno de nosotros sobre nuestros estudios, habilidades y capacidades para decidir nuestros destinos definitivos. Los culturetas universitarios, cinco o seis en aquel pelotón de no más de cien reclutas, nos apartaron para concedernos los selectos destinos de intendencia y demás papeleos. Prácticamente era lo más parecido a recibir un galón y desmarcarte así del resto de la chusma. Traje de bonito, horario de oficina y alguna que otra guardia de cuartel a la semana.

Para el resto sólo quedaba el traje de faena y las labores no cualificadas. De ahí que en la rueda de preguntas todos se afanaran por demostrar que estaban más preparados que sus compañeros para evitar los peores destinos. Así fue hasta que llegó al soldado Mingorance, un joven rudo y sencillo que optó por declarar que durante toda su vida lo único que sabía hacer bien era liarse un canuto. La carcajada fue unánime y nadie tuvo compasión por aquel bufón que con el discurrir de los días y acontecimientos acabó por darnos a todos una lección muy útil para cualquier aspecto de nuestra vida, la astucia.

Aquel soldado de un pueblo del norte de Granada no tenía ni un pelo de tonto sino que era totalmente consciente de que señalar todo lo que sabía hacer no era conveniente para conseguir un buen puesto. Y así fue, al demostrar que era un auténtico inútil, el mando decidió dejarle encargado de la perla de todos los detinos, la Ludoteca, no sólo por quedar exento de realizar guardias, sino también porque te daba la posibilidad de ser el rey de la Play. Sin duda, su mili fue la mejor de todas. Aquel chaval había sabido jugar sus cartas como nadie marcándose un farol de garrulo que le valió para enseñarnos que en esta vida la picardía vale más que cualquier carrera.

Pasa el tiempo, cambian los personajes, los puestos y la mili de la vida sigue siendo la misma. ¿Cuándo aprenderé?

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